Ekeko - Dios de la abundancia de Las Alasitas

Recordando Alasitas

Las Alasitas antes de ayer y hoy

Recuerdo la última vez que estuve de paseo por las Alasitas (o las “alasas” como coloquialmente se dice) a finales del año 2019. Por algún motivo se adelantó la feria. Estábamos yendo a comer el tradicional Api con pastel junto a un amigo chileno que venía a pasar unos días en la ciudad. Se unieron al plan la chica con la que salía en ese momento, la chica que le gustaba a mi amigo, mi hermano y mi mamá. Toda una juntucha yendo a otra juntucha en época de lluvias en el Parque al Aire Libre de La Paz. Al cabo de entrar en un cuarto improvisado, sostenido por vigas de fierro, edredones con estampados y un televisor gigante con alguna película animada del momento, nos sentamos en una banqueta larga a disfrutar del Api y el Pastel. La tradición es una forma repetitiva para distraerse. Ciertamente podríamos haber consumido Api con pastel en cualquier lugar, pero la tradición de las Alasitas era una buena excusa para sacar de paseo a una juntucha de gente ese día.

Consumir Api con Pastel es una de las muchas tradiciones que se han derivado de una práctica precolombina de siglos. Como todo lo sólido se disuelve en el aire, las tradiciones se actualizan a las lógicas de transacción y consumo del momento, al comercio presente. No hay cultura que escape a estas actualizaciones.

Las Alasitas es una creencia y ritual originalmente pagano. Sus orígenes son precolombinos sin duda. Los pueblos que habitaban Abya Yala desde tiempos inmemoriales ofrecían su ofrenda a un muñequito con indumentarias coloridas o metálicas. El muñequito nominado como EKHEHKO (EKHACKO) podía proveer de abundancia. Todos deseamos abundancia de dinero, bienes materiales, longevidad, salud y enamoramiento. Se dice incluso, que algunas primigenias formas del Ekhehko tenían como figura central un pene erecto y protuberante. La abundancia sexual es un deseo que trasciende fronteras espaciales y temporales. A cambio de la abundancia se le darían ofrendas materiales que tengan una carga simbólica especial por parte del que la ofrenda. Piedras con alguna distinción, algún objeto de madera, alguna herramienta muy usada, prendas de vestir, etc. Dar nuestros preciados objetos para tener más de esos objetos, incluso objetos que no sabías que querías, pero que después se vuelven una necesidad casi básica. Las lógicas mercantiles y el hiperconsumo contemporáneo van muy bien con las alasas.

Me imagino al Ekhehko en la actualidad, quizá en el Olimpo o en alguna esfera deslumbrante de la eternidad cristiana, quién sabe. Me lo imagino un emprendedor/comerciante con el anticuario más grande del cielo, vendiendo ofrendas, iPhones, plantas, herramientas, ollas, sartenes, platos, mas plantas, siendo propietario de comercios de comida y juegos. El anticuario sería tan solo una fachada, las Alasitas serían la gran feria del interior, donde compran almas salvas, ángeles, demonios y El Diablo mismo. Todos vamos cuando el anticuario se abre, dura solo un mes, dichosos todos, ya que en tiempos coloniales duraba con suerte una semana. Vamos a comer Api con Pastel para luego comprar chucherías o alguito que nos falte en casa. Yo siempre he amado la sección de plantas y cactus. De niño disfrutaba ir a la sección de magia, luego a los futbolines, los tiros al blanco, la sección de bromas y pócimas olorosas también. Los múltiples olores siempre son la característica de las ferias y del transporte público. Entonces, olores feriales rima con alegría y diversión, mientras que olores del transporte público rima con desolación en estos versos espontáneos.

Las ferias son espontaneas y alegres, sin duda. Recientemente las Alasitas se han elevado al status de patrimonio cultural. Me parece justo porque es una feria original y legendaria. De hecho, no siempre se la valoró tanto. En la colonia fue prohibida largo tiempo por algunos obispos ortodoxos que consideraban este paganismo como puerta para idolatrías y desviaciones. Un día, con mucha fe y algo de suerte, otro Obispo logró expulsar a una masa enojada de indios, tendrían razones legitimas para estar enojados, sin duda. Su fe fue puesta en este divertido muñequito de la abundancia y en la virgen. Cuando evitaron la invasión al municipio, decidieron restablecer esta fiesta en honor al Ekhehko. Se cuenta que fue ella quien mandó al muñequito para que la fortuna este del lado del bando del Obispo. Nadie le dio más importancia, al fin y al cabo, era una tradición inocente fusionada a un sincretismo católico.

Mi laicidad me tienta a invertir un poco la relación entre la ofrenda y la demanda de abundancia. Lo que se pide es abundancia en todas las esferas de la vida: Se ofrendan miniaturas de billetes, casas, autos, radios, televisiones, celulares, cholets, periódicos, ropa, etc. El Ekhehko proveerá. ¿No será más bien que las ofrendas y participaciones consumistas en la feria son signos de que la abundancia ya existe y se ha cumplido en su plenitud? Si seguimos ofrendando es porque no sabemos lo que vamos a querer en un futuro, quizás el Ekhehko debería ser la cara de los billetes de Bolivia.

Fuente: Diego Otero

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